Nunca iba a suceder. Tanto tiempo pasamos postergándolo, como si fuera algo tan terrible o tan imposible de realizar. Comenzó perfecto, la primavera nos sonreía, como si el universo se hubiera acomodado para que los dos estuviéramos allí. Tú lucías tan hermosa, con tu vestido azul turquesa y tus zapatillas doradas, el cabello suelto y rebelde, una sonrisa que iluminaba el jardín de una manera que jamás olvidaré. Yo renté un traje, cosa que me pareció totalmente inapropiada pues jamás he usado siquiera el mismo suéter dos veces en el mismo día, mucho menos ponerme un traje que había pasado por centenares de personas con hábitos de limpieza cuestionables. Pero era mi obligación estar ahí, no muchas veces se casa la prima del mejor amigo de tu hermanastro. Era algo realmente especial.
Por supuesto que me preparé antes del evento: un largo baño, medio litro de perfume, el pensar en cómo evadir las charlas incómodas de gente que pensaba que por el hecho de decirlo en francés, el hígado de pato dejaba de ser asqueroso; tomar media botella de tequila barato y salir de mi pequeño y lejano departamento para tomar un autobús que me llevara lo más cercano del club, porque a mi hermanastro le daba mucha pena tener que cargar con el hijo de la esposa de su padre que manejaba un volkswagen 85, y prefería decirle a sus finas amistades que el volvo que manejaba su hermano estaba en el taller y tuvo que llegar con alguien más.
Al entrar en el cuarto adornado de arreglos florales de 3 metros de largo, y una escultura de hielo con las figuras de los novios montados en tres delfines que parecían estar flotando sobre una fuente de diamantes, vi la primera maravilla de la noche. Ahí estabas, de pie, saludando a Matusalén y esposa, primos hermanos de la familia de alguien allegado a alguien de alcurnia, con tu martíni de manzana en una mano y una sonrisa que ocultaba tu deseo de derretir el botox de la cara de la señora y asustar de un grito al anciano vestido de Armani que te miraba de una forma pecaminosa. Fue el instante más largo de toda mi vida, me sentí como un pingüino y ya no era por el traje, sino por aquel documental que vi hace tiempo en donde hablaban de que cada pingüino tiene solamente una pareja, y gran parte de su vida, este formal y singular animal se la pasa buscando por todos los helados y fríos senderos hasta encontrar a aquel pingüino que lo acompañara el resto de su vida, y si no lo lograba, el pingüino moría de soledad enterrado probablemente en un montón de nieve o devorado por un oso polar hambriento.
El pensamiento se fue al darme cuenta de que poco a poco te habías acercado hacia mí, y me saludabas como si fuéramos amigos de la infancia, perfecta estrategia para burlar a los surrealistas ancianos que se iban perdiendo entre la gente mientras tú y yo nos alejábamos.
En el jardín, con las luces rojizas alumbrándonos y la mirada desaprobatoria de mi hermanastro, supe que había encontrado al amor de mi vida.
Oh me enamore!!! Simplemente me enamore!!! Es uno de mis favoritos!! Gran escrito, felicidades!!!
ResponderEliminarayyyyyyyy siiiiiii!!!!!!
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